Mensaje de Jesús García Salguero

El 1 de diciembre tendremos una tertulia conjunta de todos los grupos sobre el comic «Maus». Este es el mensaje que nos ha hecho llegar Jesús García Salguero, una de las personas que más sabe de comics en Navarra y que será quien conduzca esa tertulia.

Hola! Me llamo Jesús García, y la Biblioteca de Barañáin me da la oportunidad (gracias) de acompañaros en vuestra tertulia para hablar sobre Maus, la obra más conocida de Art Spiegelman.

Maus, más allá de su valor como testimonio histórico, entrelaza reflexiones sobre temas muy diferentes: las relaciones familiares en las que se mezclan cariño y rechazo, buenos y malos momentos; las distintas respuestas ante el miedo; el proceso de creación de una obra de arte y cómo afecta a su autor (p. 201-202); el valor del cómic como medio de expresión (p. 176)… Seguro que podremos identificar y hablar sobre muchos otros en la tertulia.
De la misma forma, Spiegelman une dos elementos en apariencia distintos: palabras e imágenes. Y, así, escribe-dibuja (crea) un cómic.
Quiero señalar aquí, sin pretender ser exhaustivo, algunos elementos del desarrollo gráfico de Maus que pueden ayudaros en su lectura, sobre todo si no sois visitantes habituales en el mundo del «noveno arte».
Lo primero que llama la atención de este cómic es el uso de animales como representantes de cada nacionalidad o pueblo. El propio autor señaló en una entrevista que, cuando Maus apareció por primera vez -tres páginas en una antología de cómic alternativo-, no añadió las palabras «nazi» ni «judío». Con ello, intentaba que los lectores fueran más allá de los hechos históricos tantas veces relatados. Sin embargo, en versiones posteriores hizo explícita esta relación: la loca propaganda nazi representó a los judíos como ratas portadoras de enfermedades, y no es casual que incluya las críticas a un icono de la animación como Mickey Mouse (p. 164) y la afirmación de Hitler «sin duda, los judíos son una raza, pero no son humanos» (p. 10).
Sin embargo, el principal motivo para mostrar así a las personas está relacionado con un mecanismo propio de la ilustración: cuanto más simplificada e icónica sea la representación de un ser, más elementos tenemos que añadir como lectores para completar la imagen. Al mirar una foto o un dibujo realista, vemos la cara del otro, pero al ver una caricatura sencilla, nuestra conciencia necesita rellenar de contenido propio los espacios vacíos. Y, sin darnos cuenta, nos vemos implicados e identificados con esos personajes a los que ahora hemos dado algo de nosotros mismos, de nuestra identidad, dotándoles de vida (Scott Mc Cloud lo explica de manera más detallada en Entender el cómic. El arte invisible).
Consciente del poder de este recurso, y para reforzar el efecto de identificación, Spiegelman combina en ocasiones los personajes icónicos con segundos planos o paisajes realistas, mapas o diagramas técnicos, como en la p. 166. Se trata del llamado «efecto máscara». Además, juega con el lector insertando elementos plenamente realistas: Richieu es un ratoncillo, sí, pero también el niño fotografiado en la dedicatoria de la segunda parte (p. 165); Vladek el ratón habla de la fotografía que le entregan a Anja (p. 294)… la imagen de un hombre real.
Un inciso. Qué importantes son las fotografías en Maus, y cuánto sufrimiento genera el recuerdo de los muertos en aquellos que vienen a sustituirlos: Mala se queja amargamente de las fotos que conserva su marido (p. 106); Art sabe que no puede competir con su hermano (p. 175).
Volvamos a nuestro tema… Como dice Scott McCloud, algunas líneas dibujadas son para ser, y otras para ver. Y parece que Spiegelman logra su propósito: los animales tiene una gama muy reducida de expresiones faciales, pero sus animales son capaces de expresar emociones… ¿Cómo lo consigue?
Por último, la utilización de animales antropomórficos le permite plasmar metafóricamente algunas ideas: cuando los judíos desean pasar por polacos se ponen máscaras de cerdo (p. 66); cuando Spiegelman es él mismo y no tanto un personaje de cómic debe representarse con una de ratón (p. 201-204); Vladek pasa por un miembro de la Gestapo, pero el aspecto de Anja es más judío, no puede  esconder su cola (p. 138).
Pero me parece que este texto es ya demasiado largo, y tiempo tendremos en la tertulia para compartir ideas. Así que sólo añadiré algunos ejemplos más del potencial del cómic para transmitir un mensaje y mostrar sin decir: conocemos que Vladek ha sido prisionero de un campo de concentración cuando vemos su número tatuado (p. 14); sentimos que no es posible escapar del nazismo cuando la cruz gamada aparece en el camino (p.127); el autor encuentra una ingeniosa forma de solventar las inconsistencias en el cálculo del tiempo (p. 228); la historia del pasado y el momento presente se entremezclan gracias a la presencia de elementos comunes, como las moscas que inician y cierran el capítulo «Auschwitz (El tiempo vuela)» y las transiciones entre viñetas (p. 91, 185).
Ojalá la lectura de Maus os permita descubrir una forma de expresión con características y recursos propios… Nos vemos en diciembre
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3 respuestas a Mensaje de Jesús García Salguero

  1. Jesús García dijo:

    Si tras la lectura de Maus os interesa acercaros a las reflexiones de Art Spiegelman sobre la sociedad y la política actuales, podéis leeer Sin la sombra de las torres (http://www.tebeosfera.com/1/Obra/Tebeo/Norma/SinlaSombra/delasTorres.htm), una reflexión sobre los atentados del 11-S, o sus trabajos publicados en The New Yorker.
    Un análisis de la Alemania de entreguerras que dio lugar al nazismo puede encontrarse en una trilogía de cómics de Jason Lutes; hasta ahora, la editorial Astiberri ha editado en castellano
    Berlín. Ciudad de piedras y Berlín. Ciudad de humo.

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