Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski

Después de años de organizar clubes de lectura y proponer distintos títulos a nuestros lectores, una de las pocas conclusiones a las que hemos llegado es que los clásicos siempre son una garantía de éxito. Por algo son clásicos. 

El mayor problema, según muchos estudiosos, con la recepción de la obra de los grandes maestros rusos (y entre ellos Fiodor Dostoyevski) tiene que ver con las traducciones. La novela que vamos a leer nosotros este otoño –Crimen y castigo-lo haremos en la pulcra versión de Augusto Vidal, publicada por Gredos, que incluye como prólogo el célebre ensayo de Vladimir Nabokov.

 

En el blog de Miguel de Loyola es posible leer la siguiente introducción a la inmortal obra de Dostoyevski:

 En Crimen y castigo nos adentramos en una de las obras cumbres del célebre escritor ruso Fiódor Mijáilovich Dostoievski. Se trata de una novela que viene a plantear y discutir los grandes asuntos que han preocupado la vida intelectual del autor y de su pueblo, la Rusia zarista de fines del siglo XIX. La novela enfrenta el problema de la libertad individual y sus consecuencias, alumbrando acaso por primera vez,  los nebulosos pasillos del inconsciente, donde la razón suele ser superada por la fuerza de los instintos.  Un estudiante pobre busca dar salida a su pobreza, cometiendo un crimen con premeditación y alevosía que supuestamente vendría a salvar su difícil situación económica. En esa frase podríamos resumir la anécdota de una novela que supera las quinientas páginas, mostrando muchas de las aristas posibles de ser analizadas tras el desarrolló y proyección de dicha anécdota.

Raskólnikov,  el protagonista, es un joven estudiante de derecho, un intelectual con quien el lector empatizará desde las primeras páginas. Se trata de un personaje literario, no hay que olvidar eso, que reúne las características de lo universal, y es en consecuencia, el portador de verdades o preguntas que caracterizan a los hombres de todos los tiempos en cualquier lugar del mundo, y particularmente a los jóvenes que han llegado a la universidad. La empatía establecida, llevará al lector a sentirse también un Raskólnikov en lo sucesivo, y a plantearse las interrogantes del personaje. Raskólnikov se siente distinto de los demás, llamado a vivir un destino especial, determinado para la aventura de la independencia intelectual, como la inmensa mayoría de los jóvenes de su edad. Esta libertad descubierta en sí mismo, previo a los momentos de cometer su crimen, lo liberará por un momento de las paredes de la moral establecida, donde parece ahogarse al principio y al final, encontrando así la justificación racional para llevar a cabo su plan siniestro, y enseñando a su vez, otra de las grandes tesis del autor, aquella que dice relación con la posibilidad de justificarlo todo mediante la razón, incluido el asesinato. Una de las tesis mejor planteadas en su obra cumbre: Los hermanos Karamazov.

La literatura rusa se caracteriza, y particularmente la de Dostoievsky, por su capacidad para penetrar las cortezas del alma humana, abordando incluso, los grandes problemas del inconsciente, muchos años antes de los grandes descubrimientos alcanzados por Freud. Y Crimen y castigo viene a plantear esas cuestiones aún no resueltas por la psicología de su tiempo. Raskólnikov, asesinando a la usurera aspira convertirse en un  superhombre, pero terminará temblando como un niño en las tinieblas de su propia conciencia culposa. Esa conciencia que buscaba liberar, termina anulándolo. Se transforma en un extraño para todos y también para él mismo, al punto de no reconocerse en los espejos. Luego de cometer el crimen, es otra persona, y quienes lo rodean lo tildarán de loco. En su intento por huir de su entorno que ahora le resulta hostil, vuelve la mirada a los desgraciados, a los llamados desposeídos de esta tierra,  hacia el borracho Marmeládov, Yekaterina Ivánovna y a Sonia, quien se ha  prostituido para dar de comer a sus hermanos, y también a su padre alcohólico. Pero tampoco estos seres los verá como sus semejantes, porque en ellos ve de alguna manera redimidos sus pecados. En su caso, piensa para sí, su crimen lo aisla de los otros, lo limita y delimita. Solo la confesión del crimen, y el castigo posterior, le volverá a sumergir en la corriente por donde transita la muchedumbre.

Contrariamente a la liberación esperada tras el asesinato de la usurera, Raskólnikov caerá en litigio consigo mismo, al punto que no le permitirá evadirse nunca más de las sujeciones morales de las cuales buscaba liberarse. Día y noche lo atormentarán los mismos argumentos. Se desdobla, se convierte en su propio abogado y en abogado de su víctima. Cuando Raskólnikov deja caer el hacha sobre el cráneo de la usurera, no es su avaricia la que ha matado, sino a sí mismo. Es decir, el crimen ejecutado por Raskólnikov, viene a poner en evidencia la imposibilidad del sujeto del liberarse de las ataduras impuestas por la moral, en su caso, la moral cristiana, demostrando así que éstas ataduras morales se constituyen y se han constituido a lo largo de la historia en la mejor manera de atar las conciencias de los hombres.

“No he matado para poder ayudar a mi madre, no; ni tampoco para erigirme en bienhechor de la humanidad, después de haber adquirido los medios. No; he matado sencillamente, he matado para mí solo y no me preocupaba saber, en aquel momento, si llegaría a ser algún bienhechor o si pasaría mi vida como una araña atrapando víctimas en mi tela para saciarme con su vitalidad. Sobre todo, no era la necesidad de dinero lo que me afectaba más cuando maté; necesitaba menos dinero que otras cosas… Necesitaba saber otra cosa, otra cosa empujaba mi brazo; quería saber, lo más pronto posible, si era un parásito como los demás o un hombre. ¿sabré o no sabré vencer el obstáculo?¿me atreveré a agacharme y tomar el poder o no me atreveré?¿Soy criatura temblorosa o tengo derecho?”  Este párrafo nos recuerda y conecta con el drama de Shakespeare: Hamlet. “Ser o no ser, he ahí el dilema…” Raskólnikov va más allá y comete el asesinato a fin de ser, pero terminará no siendo.

Sin duda, otro de los grandes motivos de Crimen y Castigo es la justicia. Esa justicia que deviene de la propia moral del individuo, y no la impuesta por las leyes del Estado. Dostoievski deja bien en claro en esta novela lo fácil que resulta burlar la justicia impuesta como un poder estatal, burocrático, y le confiere todo el valor a esa justicia que opera en la conciencia individual y que ha sido alojada allí por la religión y por lo que llamamos civilización. Recordemos, sin más, que tras la condena en Siberia del propio Dostoievski, acusado de conspirar contra el régimen del zar, el célebre autor ruso volverá a la vida civil cuatro años más tarde reformado y agradecido del zar por haber sido condenado, por haber recibido un castigo que, a su juicio,  redime sus pecados civiles. Y ese mismo derrotero del autor recorrerá el personaje Raskólnikov en la novela, tras confesar su delito a Sonia. Ella lo convencerá de que la única manera de hallar la redención está tras el castigo, la pena. Una idea, desde luego, que está claramente expresada en la Biblia, en el Antiguo Testamento, y que Dostoievski leyó una y otra vez durante los cuatro años de trabajos forzados en Siberia, ya porque no tenía posibilidad de leer ningún otro libro, o sencillamente por inclinación propia.  Así, Crimen y castigo expresa el imperativo bíblico de pagar por los pecados cometidos.

También resulta interesante plantear aquí el problema de la culpa, como asunto que no sólo viene a enrostrar y a limitar la llamada libertad individual. Raskólnikov y muchos de los personajes de la novela, llevan esa carga sobre sus hombros. Recordemos, Marmeladov, padre de Sonia, quien sufre por su alcoholismo, pero es incapaz de librarse de él,  Dunia, la hermana de Raskólnikov, quien siente el deber –por necesidad- de casarse con Svidfrigáilov, y de esa manera resolver los problemas económicos de su madre y de su hermano. El mismo Svidrigáilov, que en principio parece liberado de tales ataduras, pero a quien veremos finalmente caer bajo la opresión de las mismas. Sonia, la pequeña prostituta, quien carga la culpa de un oficio cuestionado desde el principio del mundo. Pero entiéndase aquí la conciencia culposa como una lacra o bicho que roe la conciencia del individuo impidiéndole alcanzar la libertad que tanto ansía. Esa conciencia culposa engendrada por la idea del pecado original impuesta por el judaismo y que lleva a los hombres a la búsqueda de la redención por sobre la idea de liberación.

El doctor Tchij, de quien se habla como el gran entendido de Dostoievski, sostuvo que la gran mayoría de los personajes de Dostoievski son neuróticos. Es decir, seres que han reprimido sus instintos naturales por causa de la cultura, es lo que postula Freud como causa de la neurosis. Y, en efecto, en Crimen y castigo el protagonista y su círculo más cercano, lo parecen. Todos están reprimiéndose por una u otra cosa, y eso los hace seres infelices. Es decir, cuando hablamos de represión, hablamos de mala conciencia, de remordimientos que los individuos a falta de poder manifestarse con mayor libertad, terminan en una lucha incesante con ellos mismos.

Otro detalle importante que conviene destacar, es el manejo policial del caso, tras el asesinato de Raskolnikov. Dostoievski gran admirador de la obra Los miserables de Víctor Hugo, crea un personaje semejante al implacable y famoso policía del autor francés, para cuestionar desde una perspectiva puramente racional los escabrosos reticulados de los instintos que impulsan al asesino. El acoso del policía, será también determinante para la confesión de Raskólnikov. Y expresa, la complejidad del entramado judicial creado por la civilización para controlar a los individuos, pero también el peligro de toda maquinación puramente racional que termina por destruirlos como tales, transformándolos en hombres masa, sin voluntad propia.

Finalmente, sólo me resta señalar que tras una lectura detallada de la biografía de Fiódor Dostoievski, sorprende constatar las relaciones autobiográficas posibles de establecer con cada una de sus obras. Y no sólo eso, sus influencias literarias fueron determinantes. Sin la lectura de Gogol, Dostoievski no habría escrito los mismos libros.

Miguel de Loyola – El Quisco – Verano del 2011

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3 respuestas a Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski

  1. Marisa dijo:

    Necesito que alguien me expilique el significado del final de Crimen y Castigo, cuando aparece en la habitación el hombre que acosó a la hermana y supuestamente mató su propia mujer. Gracias por contestar.

  2. Agnes dijo:

    Apreciado Miguel:
    He estado leyendo tu comentario sobre la obra de Crimen y castigo de Dostoievksy, que leí hace unos años y se convirtió en una de mis obras de referencia. Y tengo que decirte que he echado en falta una idea fundamental que subyace a todas las demás que tú comentas. Esa idea es la de abrazar el sufrimiento para poder alcanzar la felicidad. O dicho de otra manera, el autor nos habla de la expiación de la culpa para poder llevar a cabo una catarsis, una purificación que redime el crimen cometido.

    Creo que Dostoievsky nos muestra cómo tratar de alejar el sufrimiento humano es algo inútil y que no conduce a ningún lugar. Como digo, la auténtica felicidad pasa por aceptar que la vida está llena de luces y sombras, de alegrías pero también de momentos de dolor. Y una vez uno es consciente de ello es capaz de vivir mirando a la vida de frente. El personaje que encarna esta idea es Sonia. Sin duda ella representa la expiación como medio para alcanzar la felicidad. Encarna la bondad, el perdón, el sacrificio, el sufrimiento y el amor.

    Si vuelves a leer el libro te sugiero que tengas presente esta idea… quizá te pueda revelar una visión de Crimen y castigo más rica, o al menos, diferente.

  3. He leído la Biblia y no creo que en ella ponga que la redención se logra mediante el castigo. Otra cosa, creo yo, es que Dostoievski lo interpretará de ese modo.

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