Lo que perdimos, de Catherine O’Flynn

Catherine O’Flynn concedió una entrevista a Nuria Azancot, que se publicó en El cultural. Puedes leerla aquí.

A continuación os proponemos la reseña que apareción en la revista Qué leer firmada por Manu González 

Argumento
Kate es una niña solitaria que tiene una agencia de detectives junto a su mono de peluche Mickey. Dotada de una gran imaginación y espíritu aventurero, visita cada día el centro comercial Green Oaks vigilando a todo el mundo para impedir futuros delitos. Un día decide seguir una pista y desaparece. Veinte años después, Kurt, uno de los vigilantes nocturnos que trabajan en el centro, ve en las cámaras de seguridad a una niña con un mono de peluche. La soledad viste mucho mejor en la prosa cuando está rodeada por un gran espacio físico que deshumaniza al individuo y la incapacidad por olvidar el pasado incapacita para tener una vida normal y estimable. Estas dos pequeñas máximas son el eje sobre el cual Catherine O’Flynn construye los cimientos de su debut. Lo que perdimos nos narra una tragedia que influye en el triste devenir de unos seres que han malgastado su juventud dedicándola a alimentar los engranajes de un gran centro comercial de las midlands inglesas. Navegando entre diversos estilos narrativos (la tragicomedia infantil, el cuento de fantasmas, el drama social o el relato detectivesco), hay mucho de bueno en el estreno de O’Flynn: la presencia asfixiante del centro comercial sobre el devenir de los personajes (sobre todo en la soledad nocturna del vigilante), la belleza a ratos patética con la que perfila la relación entre los dos protagonistas o la estudiada frialdad con la que describe las puntuales apariciones del fantasma de la niña. Pero también es cierto que O’Flynn todavía tiene que encontrar su propia voz. Lo que perdimos habría rozado la perfección si su autora no hubiera tacañeado con la longitud y hubiera dedicado espacio a desarrollar algunos personajes clave y, sobre todo, la personalidad de Teresa, cuya aparición sorpresa deja un regusto amargo, como si la autora hubiera querido cerrar rápidamente un misterio que, francamente, podría haber dejado abierto y sin resolver.
Por Manu González

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